Esfera 5 «La Fuerza» (Gueburah)

La guerra interna

 La creación se desenvuelve mediante la acción de diversas energías o principios. Por ejemplo, no podría existir evolución sin destrucción de formas. Esto permite la construcción bajo nuevas modalidades.

En todo acto creativo está presente esta fuerza destructora, no siempre agradable a simple vista. La naturaleza está llena de ejemplos de ello: movimientos sísmicos, tornados, inundaciones, sequías y mucho más.

Las relaciones interpersonales se encuentran también plena de acciones destructivas e incluso pérdidas irreparables. En lo personal, muchas situaciones de la vida se nos escapan de las manos. Y en lo individual, incluso desde el mismo momento del nacimiento se activan en cada uno de nosotros los mecanismos de la propia destrucción y envejecimiento celular.

Por ello es ilusorio pretender que nada cambie. Incluso para construir una nueva realidad en nuestras vidas, mejorar nuestros comportamientos o nuestra realización personal, es necesario destruir y aniquilar viejos condicionamientos y defectos.

La única manera de liberarse es rompiendo las cadenas que atan.

En todas las mitologías se representa esta fuerza destructora como una divinidad particular. Las más conocidas en nuestras culturas greco-latinas son Ares-Marte y Némesis. En el Antiguo Egipto tenemos, entre otros, a Seth y Anubis. En la India a Shiva y entre los Aztecas al Señor del Mictlán.

Las divinidades mitológicas se representan relacionadas entre sí, a veces atraídas por el amor, otras veces separadas por la guerra. En todos los casos, se trata de una representación del intercambio e interrelación de las fuerzas que cada una representa. Es la forma de ilustrar para el común de los mortales como se entrecruzan las energías de la creación.

Los caldeos y de allí los antiguos hebreos, desarrollaron un esquema simbólico para representar esta interacción en un diagrama hermoso por su simplicidad: El Árbol de la Vida o Cábala. En ese esquema, hay una Esfera que representa este principio de la fuerza: Gueburah, que significa precisamente eso, la Fuerza.

Muchas veces en tu vida puedes encontrar que hay destrucciones que te afectan y te quejas por ello. Si tienes paciencia, descubrirás en muchas de ellas que siempre hubo un motivo y que las consecuencias posteriores han sido positivas para ti. Otras veces, no parece haber reparación o construcción de algo mejor. No parece haber justicia.

Pero esto es una ilusión que se produce por creer que estos años en la tierra son toda tu vida. La creación y tu ser espiritual van mucho más allá. Y las jerarquías espirituales están actuando a más largo plazo. Recuerdo a propósito de esto a la diosa egipcia Némesis. Ella era la deidad vengadora y ejecutora de la llamada justicia divina.  Némesis se vengaba en nombre de los dioses de todas aquellas personas que no hubieran recibido castigo por parte de la justicia humana. Némesis era más bien una mensajera divina que atacaba en su nombre a los pecadores de soberbia y altivez y a los transgresores de la ley. La representan con alas como forma de indicar que el castigo sigue rápidamente al crimen que lo llama. Lleva una lanza y una copa con licor para fortalecer las virtudes y está cubierta con un velo con el que indica que la venganza de los cielos es impenetrable y llega de improviso ante los criminales. Es decir, a lo largo de la existencia todo será reparado y de todos tus actos, debes dar cuenta.

También recuerdo a Herakles  (Hércules para los romanos). No es un dios, pero sí un héroe. Sus aventuras representan las tareas que la personalidad debe realizar para alcanzar consciencia de la inmortalidad del espíritu. Para ello se requiere bastante fuerza de voluntad (y ciertamente, ser un poco héroe), de allí que este personaje sea el paradigma mismo de la fuerza.

En mi última visita a México y a las construcciones aztecas, me impresionó mucho la presencia de Quetzacoatl (la Serpiente Emplumada) y el Señor de Mictlán (el Señor del Mundo del Misterio). Tras varios intentos de los dioses por crear una humanidad adecuada, ésta se destruía por sí misma o era necesario que las divinidades intervinieran para terminarla, pues su ignorancia y maldad no eran buenas para la creación. Sin embargo, los dioses no se conformaron con que no existiera en la tierra la especie humana y decidieron un último intento. Enviaron a Quetzacoatl al reino del misterio para recuperar los huesos de la última pareja humana e intentarlo de nuevo. Pero el Señor del Mictlán no se lo iba a permitir tan fácilmente. Mediante engaños y astucias trató de impedirlo. El sacrificio de Quetzatcoatl y su éxito final dependerá de si aprende a superar los obstáculos que se le presentan.

En nuestra vida personal nos encontraremos con numerosos obstáculos y pruebas, y solamente cuando probemos nuestra fortaleza y sabiduría para aceptarlos y vencerlos, tendremos la recompensa de disfrutar de la vida espiritual.

Que la fuerza te acompañe y que logres superar las pruebas que te ponga el Señor del Mictlán.

Serval Dion-Fortune.

Septiembre 1999, septiembre 2009, noviembre 2023.

Disciplina iniciática

Disciplina es una regla de conducta común para los miembros de un cuerpo o de una colectividad destinada para hacer reinar el buen orden.

Todos pueden alcanzar esta disciplina, cada uno a su ritmo, a su nivel de apertura de consciencia, cada uno tiene la oportunidad de avanzar por este camino en cada encarnación. El camino a la perfección por la vía de la disciplina iniciática se hace más fácil con la ayuda de un guía espiritual.

Relaciono este alcanzar la disciplina iniciática a la figura del Ermitaño, el arcano IX, que camina equilibradamente entre las esferas La Fuerza y La Misericordia del Árbol de la Vida.

Si lo observamos, nos damos cuenta de que de él brota tranquilidad, sabiduría y confianza, Es un ser silencioso, sabio y reflexivo. Pero también es la expresión de un servidor real, de un colaborador del plan de la vida espiritual, es un practicante de las leyes universales. La fuerza manifestada a través de su persona es la energía espiritual de su individualidad. Es decir, actúa con la guía de su yo superior dejando anulado su yo inferior. Su individualidad se manifiesta claramente a través de su personalidad.

Si hablamos de una manifestación de la individualidad, es decir, de la expresión del ser esencial, ¿significa que nosotros estamos en condiciones de volvernos como el Ermitaño? El Ermitaño es un símbolo, él no existe por sí mismo. Es el personaje que todos tenemos dentro, pero que no logramos exteriorizar.

Su expresión se va logrando por medio de una autodisciplina. Esta disciplina a veces puede parecer más que un premio, un castigo. El castigo puede sentirse al romper esquemas y modificar condicionamientos. Es decir, desapegarse de condicionamientos y programas que nos llevan a lo que el maestro Serval llama la «No Vida» (mundo profano) en lugar de conducirnos a la «Vida» (realidad espiritual).

El desapego es difícil. Puede significar separarse de seres queridos, de profesiones, de ciudades o de costumbres. Pero nuestro espíritu nos empuja a seguir por el camino.

Si contemplamos una rosa, nos inspira a reflexionar sobre el significado del camino a la perfección. Nuestro yo superior, nuestro ser interior es como la rosa. La tenemos interiormente, pero ¿cómo manifestar exteriormente la perfección de la rosa?

Ascendiendo por el tallo tenemos a ambos lados espinas que no nos dejan avanzar, pinchazos que creemos forman parte de la vida: emociones negativas, pensamientos negativos, sentimientos bajos, pasiones, vanidad… No sólo nos pinchan sino también nosotros utilizamos las espinas para herirnos y herir al prójimo. También son efectos de causas inconscientes, de actitudes que seguimos repitiendo.

Estas espinas simbolizan a quienes en este mundo nos aguijonean con sus maledicencias y envidias. Es nuestro mundo profano formado por quienes estando dormidos nos arrastran a sus costumbres; esos seres representan igualmente nuestras pasiones, nuestros pensamientos destructivos malignos, nuestra vanidad, nuestro ego malformado, nuestra gula, nuestro «no querernos».  Estas espinas son la representación de la lucha de nuestro yo inferior por no querer perder su trono y dejar paso al reinado de nuestro yo superior.

El modificar algún condicionamiento se parece al hecho de sacarse una espina que se ha enterrado en nuestra piel. El primer movimiento es doloroso, pero cuando la espina ya no está, es análogo a la misericordia: afecto y libertad. Y podemos disfrutar del nuevo condicionamiento que esta vez hemos elegido conscientemente adquirir.

Las hojas son como escalones en los que se puede descansar en este camino en ascenso. Son también nuestros hermanos mayores, nuestros guías que nos muestran un futuro más agradable y amoroso. los seres que nos dan de beber agua, que puede simbolizar aquí el conocimiento, el bálsamo que calma nuestros pesares, el elemento dador de esperanzas de un mundo mejor.

Son nuestros breves encuentros con hermanos mayores, con los guías espirituales (con uno solo, si tenemos esa bendición). Representan la fuerza constructora, el conocimiento proporcionado a sorbos, para que no nos ahoguemos. Están ahí para guiarnos hacia el final del camino, para que no nos desviemos. Nos guían en silencio y con mucho amor, sin criticarnos para no seguir hiriendo nuestro ego. Si encontramos a alguno de ellos en nuestro camino de sufrimiento, significa que vamos bien.

El camino por el cual vamos aprendiendo es el camino del equilibrio. A los costados están el bien y el mal, lo positivo y lo negativo, la destrucción y la construcción, el catabolismo y el anabolismo, el sufrimiento y la paz, la tristeza y la alegría.

Así vamos construyendo nuestro camino de perfección a través del desarrollo de la disciplina en todos los planos, hasta lograr transformarnos en una rosa. Llega un momento en que nos confundimos con la rosa, somos la rosa física, etérica, emocional y mentalmente.

Ya no la deseamos más porque está en nosotros y ella en nosotros. Viene luego una existencia de paz interior, una acción hacia la humanidad guiada por la voluntad de nuestro yo superior. Una acción dirigida desde el interior hacia los seres que están a nuestro alrededor. Servimos a todos los seres, entregándoles todo aquello que hemos aprendido, compartiendo todo el conocimiento y el amor que otros compartieron con nosotros para que pudiéramos evolucionar.

¿Se han fijado que el tallo de una rosa es más puro, más estilizado cuando está más cerca de la rosa que del suelo? Así como el discípulo que está por llegar a ser una manifestación de la rosa, está cada vez más equilibrado, con más fuerza, a punto de florecer.

El camino de la disciplina

El camino de la disciplina iniciática está trazado por el pilar de medio del Arbol de la Vida.

Según la estructura de la Cábala o Arbol de la Vida, tres son los pilares que llevan a la perfección. Su travesía se realiza a través de los senderos que llegan a puerto en esferas que significan que has logrado un nivel diferente de consciencia.  Los senderos indican cuál es el trabajo disciplinario que el estudiante debe realizar para subir de nivel de consciencia.

¿Cómo se logra desarrollar esta disciplina iniciática?

A través de la práctica perseverante de la enseñanza que recibimos de nuestro guía espiritual. El resultado será sacar, exteriorizar al Ermitaño que duerme en nosotros. El camino es espinoso y a veces muy desagradable, pero el final es hermoso y dulce. Terminarás tu tarea teniendo en ti ese aspecto del Ermitaño: silencioso, sabio, tranquilo, un servidor.

Cientos de técnicas nos han sido enseñadas hasta ahora por nuestro maestro Serval y con cualquiera que empieces, te acercas más a la rosa y a la cruz.

Menciono algunas. Relajación Psicofísica, Desarrollo de la Concentración, Reprogramación Mental, Práctica de la imaginación perfecta, Introspección, Retrospección, Prospección, T.E.S., leyendo y comentando sus escritos, asistiendo a sus cursos y seminarios, asistiendo a tus reuniones y participando en ellas, desarrollando el servicio desinteresado y otros.

CONCLUSIÓN

Si yo me pregunto: disciplina, ¿para qué?  Mi respuesta sería, para progresar, para evolucionar, para alivianar la carga, para ser libre, para descubrir nuevas cosas, para tener más tiempo libre, para tener más tiempo para aprender lo que yo quiera, para entender y vivir las leyes universales, por el placer del orden y de la armonía, para enseñar a otros cómo hacerlo, para entender esta Creación, para entender y amar al Creador. ¿Y tu respuesta, cuál sería?

Hna. Iésod.

Aula Rosacruz Akhenaton